26/1/21

¿Porque suben las bolsas en medio de la pandemia?

 


Los monopolios y  las bolsas en depresión

Cada día que pasa un agricultor del sector agropecuario francés se suicida. El monopolista en este caso es el grupo Lactalis, líder mundial del sector láctico, anunció el 20 de junio de 2020 que su cifra de negocios de 2019 había alcanzado los 20.000 millones de euros, avanzándose en un año a sus objetivos. Durante este ejercicio “histórico” el grupo ha registrado su mayor crecimiento, con nueve nuevas adquisiciones. Actúa como un monopsonio esclavista frente a una miríada de productores que producen más de 5000 millones de litros de leche que se convierten en los derivados lácteos que se acumulan en las grandes superficies de los supermercados.

Al igual que Lactalis (no cotiza en bolsa), Boohoo, Amazon, Walmart, Nike, Apple, Google, etc., que ejercen su poder monopolista y monopsonista en los más diversos sectores, están sacando superbeneficios en medio de la pandemia, y sus cotizaciones en bolsa se disparan. Además, con  inmensos recursos de caja y créditos baratos lo están aprovechando en una carrera de nuevas fusiones y adquisiciones para aumentar su poder monopólico y de ahí el nerviosismo y la fiebre de OPAs que no deja dormir a los inversores.

Comparaciones

La gran depresión de los años 1930 empezó, tras una espiral especulativo-crediticia durante los felices años 1920s, con una caída de las bolsas y un crac financiero que llevó a un colapso en la inversión, la producción y el empleo en una espiral descendente.

En la gran depresión monopolista en la que estamos inmersos, el crac financiero de 2008-2009, aunque afectó a la inversión, la producción, el comercio y el empleo, no generó una espiral caótica como en los años 1930s porque el sector financiero fue rescatado por los estados y los bancos centrales. Se evitó el shoc en la inversión y la producción, pero el shoc de demanda se mantuvo con las políticas de austeridad y el crecimiento de las desigualdades.

La pandemia del Covid 19 supuso un shoc de demanda por la caída de los ingresos y el retraimiento del gasto ante la incertidumbre. Pero se ha evitado un shoc financiero gracias a una política monetaria hiper-expansiva que ha permitido un endeudamiento masivo, tanto público como privado para sustentar el nivel de rentas y el cierre masivo de empresas. Este endeudamiento fácil ha permitido una agresiva política fiscal para mantener las rentas y la demanda (subsidios, ayudas directas a las empresas, obras públicas, etc.).

No sólo se ha evitado el temido shoc financiero, sino que las bolsas, tras un primer susto inicial, están actualmente, en plena pandemia, en niveles de récord. La respuesta de las principales instituciones monetarias ha sido la inyección de billones de dinero o crédito para mantener a flote a los bancos, las grandes multinacionales y, de momento, las pequeñas empresas, así como, vía políticas sociales, mantener los ingresos de los desempleados. Créditos baratos, subsidios, reducción o aplazamiento de impuestos, etc., han generado incluso aumentos en los beneficios empresariales. De hecho, se ha producido un aumento significativo del ahorro que ha mejorado ostensiblemente los balances de los bancos. El volumen de nuevo dinero creado por los bancos centrales no tiene precedentes.

Estas masivas inyecciones de liquidez no generan inflación en el sector no financiero. La razón es que el consumo y la inversión están deprimidas. El ritmo del descenso en los beneficios de los no monopolistas y en los salarios es superior a las inyecciones monetarias. Además, la mayoría del dinero inyectado no va a inversión, sino que se usa para el peloteo de deuda y el atesoramiento. Las empresas en lugar de invertir productivamente, invierten en activos financieros o simplemente, sobre todo los monopolistas, atesoran caja para posibles fusiones o adquisiciones. Así pues, en condiciones normales y en ausencia de shoks,la mayoría de los precios de los bienes de consumo e inversión del sector no monopolista(los monopolistas los suben para mantener su cifra de negocio) bajan mientras los precios de los activos financieros se disparan.

Pero todas estas políticas fiscales y monetarias redundan en beneficio de los mismos de siempre, las economías domésticas más pudientes (los que han aumentado sus ahorros) y las grandes multinacionales monopolistas, capaces no solo de mantener sino de aumentar incluso sus precios (Amazon ha aumentado ostensiblemente las comisiones a sus proveedores, en España la energía eléctrica ha experimentado el aumento mayor del presente siglo, etc.). Es decir que las políticas monetarias y fiscales ha generado aún mayor polarización social y por lo tanto no han hecho más que retrasar los próximos shocs de demanda (los ricos no van a gastar mucho más de lo que gastaban antes) y financieros cuando las pequeñas y medianas empresas queden panza arriba a medida que se evaporen las ayudas, los ingresos por ventas caigan a niveles raquíticos y centenares de miles de comercios, cines, etc., echen el cierre ante las agresivas campañas comerciales de Amazon y compañía.


 El número de grandes empresas zombis (sin capacidad real para pagar los intereses de sus deudas si no es recurriendo a nuevos préstamos) no ha parado de incrementarse (turismo, líneas aéreas, construcción, automoción, etc.). Pero lo que se nos viene encima es un enorme cementerio de pequeñas y medianas empresas de restauración, hostelería, servicios, comercio detallista, pequeño y grande, transporte, etc., que van a dejar sin empleo a millones y millones de personas.

La OCDE reconoce que incluso manteniéndose los tipos de interés tan bajos como ahora, un 30% de las empresas podría entrar en bancarrota a medida que se retiren los subsidios durante 2021.

El muro de la deuda


Financial Times: “Algunos observadores piensan que incluso países como Brasil o Sudáfrica, ambos pertenecientes al G20, pueden experimentar severos desafíos para obtener financiación en los próximos 12 a 24 meses

Pero el enorme endeudamiento no es solamente en el sector público. Las multinacionales han aprovechado la larga bonanza de intereses bajísimos para adquirir fondos para comprar sus propias acciones y hacer subir su cotización en bolsa u organizar raids masivos de fusiones y adquisiciones. Pero muchas otras, frente a la depresión permanente y con unos beneficios raquíticos, se han estado endeudando simplemente para sobrevivir. Se trata de un océano de empresas zombis, que se mantienen, a menudo pagando los intereses y amortizaciones debidas con nuevos préstamos, en el filo de la suspensión de pagos o la bancarrota, caída que provocaría cualquier pequeña subida de los tipos de interés.


 La solución posible no es otra añadir más y más crédito barato sobre la inmensa montaña actual (Los bancos centrales del G7 en 2020 han inyectado 7 billones de dólares cuando en 2008 la inyección fue “sólo” de 3 billones). Una subida mínima de los tipos de interés elevaría la prima de riesgo a niveles insostenibles para una gran mayoría de estados hiper-endeudados. 


 Quiebras en cadena de las compañías zombis que repercutirían en los bancos, pero ahora sin posibilidad rescates masivos como en la anterior crisis financiera (El total de los créditos bancarios inseguros en USA ha aumentado a más de medio billón de dólares). Así pues, se trata de un monumental círculo vicioso, una monumental pelota de deuda que hace que la mayoría de los activos financieros en los balances bancarios vayan perdiendo los mínimos estándares de calidad para figurar en ellos.

Un verdadero castillo de naipes que puede desencadenar el mayor caos financiero y económico de la historia. El crac del 29 sería como el estallido de un petardo de feria frente al descomunal poder explosivo de la situación actual.