Adam Hanieh: “USAID (la agencia más importante en la promoción del neoliberalismo a nivel mundial) tiene editado un manual titulado Decentralization and Democratic Local Governance Programming (mayo de 2000), que sirve como una receta detallada para promover la descentralización en una variedad de diferentes contextos nacionales donde puede haber resistencia a las reformas neoliberales. Un tema central de este manual es el desplazamiento de la responsabilidad de la prestación de los servicios públicos desde el Estado hacia los gobiernos locales. El manual prevé una situación en la que: "Los gobiernos locales deben hacer algo más que simplemente limpiar las calles; deben asumir una variedad de responsabilidades de servicios no tradicionales, tales como asegurar la atención primaria de la salud, la educación básica, la seguridad pública, los servicios públicos, la protección del medio ambiente, y la regulación de construcción ".
La separación de la esfera económica de la esfera política en el liberalismo
El capitalismo necesita un preciso marco jurídico institucional para desarrollarse que proteja estrictamente sus derechos de propiedad. Pero este marco puede volverse en su contra en tanto en cuanto el poder del Estado caiga en manos inadecuadas.
Un Estado democrático, en el que pueden votar el 99% de los perdedores de la globalización monopolista, es peligroso para las multinacionales. Varios estados-nación pueden firmar acuerdos de armonización de políticas fiscales, mediomabientales, sanitarias, laborales, etc., en perjuicio de los intereses del capital monopolista.
Para blindar los intereses del 1%, una legión de economistas (Friedrick von Hayek, Milton Friedman, Stephen Gills, James Buchanan, Barry Weingast, etc.) se han dedicado desde hace décadas a diseñar estrategias para neutralizar la democracia subordinando el orden político al orden económico neoliberal.
Básicamente, dichas estrategias promueven una separación vertical o desnivelación entre el marco económico y el marco político, separación que puede lograrse de dos maneras, elevando el marco económico por encima del marco político o rebajando el marco político con respecto al marco económico.
Ambas estrategia persiguen aumentar las dosis de competencia (competitividad) entre estados, regiones y ciudades, para atraer unos capitales monopolistas que entre sí hace ya mucho tiempo que dejaron de competir.
Estrategias por arriba
Están diseñadas para disciplinar a los estados vaciándolos de gobernanza económica. Para ello se han creado mecanismos supranacionales, como el Fondo Monetario Internacional (la liberalización del mercado de capitales es una condición para ser miembro), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), El Acta Única Europea, etc., todos ellos con cláusulas específicas que aseguran la libre movilidad de la inversión directa transnacional.
La movilidad internacional de los capitales (a través de los mercados financieros liberalizados y el libre comercio) potencia el efecto disciplinario sobre los estados. La movilidad del capital obliga a los estados a competir por el capital transnacional móvil, proporcionando el tipo de políticas neoliberales que los inversores y las empresas multinacionales demandan.
Otros ejemplos de mecanismos de bloqueo frente a la intervención de los estados son las disposiciones sobre derechos de propiedad intelectual de los inversionistas contenidos en diversos acuerdos comerciales. El Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual (ADPIC) de la OMC y el Capítulo 11 del TLCAN relacionados con el Comercio son sólo dos ejemplos en los que figuran disposiciones para sentar a los estados en el banquillo en los casos en que las empresas multinacionales consideren que las políticas gubernamentales han infringido sus derechos. El TTIP en ciernes abundaría exponencialmente en esta línea.
Estrategias por abajo: federalismo neoliberral y el "mercado de la política"
Manual de la USAID: "Con el fin de proporcionar estos servicios, los gobiernos locales se verán obligados a aumentar sus ingresos propios, y entrar en competencia para establecer tasas, privatizar, y pedir dinero prestado en los mercados internacionales de capital. Pueden emplear enfoques nuevos o innovadores, incluidas las asociaciones público-privadas, la participación proactiva en programas de desarrollo con el gobierno nacional o los donantes, y la subcontratación de los servicios".
Se trata de imponer una variedad neoliberal de federalismo diseñada para limitar la capacidad de intervención de los gobiernos por medio de la disciplina del "mercado de la política". Para asegurar esta especial disciplina de mercado en el contexto de un país, se potencia un tipo de federalismo donde los gobiernos sub-nacionales compiten entre si para atraer a los capitales a base de reducir impuestos, normativas ambientales, reformas laborales, etc.
Friedrick von Hayek sostiene que "el resultado ideal sería la transformación de los gobiernos locales e incluso regionales en corporaciones cuasi comerciales compitiendo entre sí para atraer a los inversionistas”.
La movilidad del capital, basada en el derecho a deslocalizar, crea una especie de “mercado de políticas" gubernamentales en el que las firmas demandan localizarse en aquellas jurisdicciones que les ofrezcan el más favorable mix de impuestos, rebajas medioambientales, rebajas laborales, subvenciones y servicios.
Los think-tank neoliberales, como contrapartida a los desmanes de los monopolios multinacionales (fallos del mercado) promueven también la sociedad civil o "comunidad" local como mecanismo de compensación de las "deficiencias del mercado". El área de las ciudades o regiones urbanas adquiere importancia en el proyecto neoliberal, ya que son los principales sitios donde se acumulan las tensiones económicas y sociales y por tanto es preciso neutralizar y encuadrar la iniciativa ciudadana bajo los estrictos márgenes del localismo.
¿Cuales son las características específicas del federalismo neoliberal?
Barry Weingast ha tratado de formalizar este enfoque mediante el desarrollo de la noción de "federalismo preservador del mercado”. En concreto, Weingast plantea que los “sistemas federales competitivos” deben tener las siguientes características principales:
1. Una jerarquía de gobiernos, es decir, al menos "dos niveles de gobierno gobiernan sobre la misma tierra y la misma gente", donde cada nivel de gobierno es autónomo en su propia y bien definida esfera de autoridad política.
2. La autonomía de cada gobierno está perfectamente institucionalizada.
3. Los gobiernos de las autonomías detentan la responsabilidad reguladora principal sobre la economía (impuestos, regulaciones sociales y medioambientales).
4. Un mercado común garantizado, evitando que los gobiernos autonómicos usen su autoridad reguladora para erigir barreras comerciales contra los bienes y servicios de otras autonomías.
5. Que los gobiernos autonómicos estén sometidos a una fuerte restricción presupuestaria, es decir, que no tengan ni la capacidad de imprimir dinero ni acceso a crédito ilimitado.
A la estructura superior (gobierno federal o central) se le asigna una esfera limitada pero fuertemente centralizada en orden a asegurar los derechos de propiedad y la total libertad de movimientos del capital en la zona que controla y algunas mínimas funciones estatales más. Su dominio de acción deberá estar constitucionalmente restringido, es decir, una autoridad central fuerte pero, al mismo tiempo, severa y estrictamente limitada.
Los estados federados (o las autonomías), por su parte, detentarán una primaria responsabilidad regulatoria sobre la economía (fiscal, social, laboral, sanitaria, medio ambiente, etc) de forma que deberán flexibilizar sus jurisdicciones políticas para competir entre si, en una carrera hacia el fondo, en orden a atraer al esquivo y caprichoso capital.
Contra la armonización de políticas económicas
El "principio de subsidiariedad" (la toma de decisiones, su ejecución y supervisión se realizan mejor en el nivel más bajo de gobierno) es uno de los principios sobre los que se sustenta la Unión Europea neoliberal monopolista, según quedó establecido por el Tratado de Maastricht.
La Europa neoliberal evoluciona rápidamente hacia el federalismo neoliberal en detrimento de los estados-nación y esto lo han comprendido los separatistas, autonomistas y regionalistas. Catalanes, bretones, vascos, escoceses, galeses, flamencos, corsos, sardos, padanos de la Liga Norte, etc., todos se muestran predispuestos a cooperar entusiáticamente con las políticas neoliberales europeas y plenamente decididos a transformarse en competitivos tigres catalanes, tigres bretones, tigres vascos, tigres escoceses, etc., para atraer a los caprichosos capitales monopolistas multinacionales.
El federalismo neoliberal se está imponiendo también en Francia, el estado-nación más centralizado de Europa. El gobierno Raffarin (2002-2005) dio los primeros pasos para la descentralización. La reforma del actual gabinete socialista pretende reducir el número de regiones desde 22 a 13, de tal forma que las regiones tengan el tamaño semejante al de las autonomías españolas, italianas o alemanas, lo cual permita aumentar las transferencias de autogobierno, según la lógica subsidiarista.
En Grecia, las transferencias de poder a las regiones en 2010 tenían como fin primordial reducir el conjunto del gasto público a partir de las nuevas formas de reagrupamiento y así ajustarse a los dictados de los memorandos de la Troika.
Cuanta más federalización, más impracticable resulta la armonización de políticas económicas.Cualquier armonización regulatoria que afecte a cuestiones fiscales (imposición sobre el capital y las finanzas), sociales y laborales (salario mínimo, jornada laboral, carta social europea, etc.), competencia (legislación y policía antimonopolios, abusos de propiedad intelectual y patentes, etc.), sanitarias (etiquetaje, transgénicos, farmaceuticas, sanidad pública, etc.), formación (educación libre, pública y gratuita), medioambientales (fracking, combustibles fósiles, transporte público, cambio climático, nuclear, renovables, leyes de costas, etc.), comercio (grandes superficies, monopsonios), …, es sistemáticamente atacada, puesto que cuanta más armonización en los aspectos claves, menos competencia jurisdiccional entre los estados y regiones y por tanto menos beneficios y manga ancha para las corporaciones monopolistas multinacionales.
Contestación a la estrategia neoliberal
Contra el desnivelamiento neoliberal monopolista entre política y economía caben dos tipos de reacciones:
1. Hacer bajar a la economía al terreno de la política, es decir, someterla de nuevo al control democrático de las urnas (nacionalismo económico): en términos prácticos significaría la imposición de controles a los movimientos del capital, moneda nacional, imposición de controles de cambio, etc., y retirada de los acuerdos internacionales de comercio.
2. Hacer subir la política al nivel de la economía a través de la armonización multilateral de las normativas y las políticas económicas, medioambientales y sociales, a partir de progresivas formas de gobernanza regional o global.
Frente a la Primera Globalización (1870-1914) la reacción predominante frente a las grandes corporaciones multinacionales fue la del nacionalismo económico que se extendió por todo el planeta, reacción que obligó al capital transnacional en fase de globalización a reubicarse de nuevo dentro del marco de las fronteras nacionales.
La segunda alternativa de empoderamiento democrático, ya fue promovida por las corrientes socialistas internacionalistas (Estados Unidos Socialistas de Europa, …) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Es la que más teme el capital monopolista neoliberal.
Resulta curiosa, aunque significativa la paradoja: los think-tank más recalcitrantes de la globalización neoliberal, como el American Enterprise Institute (AIE), o el Cato Institute, frente a tímidos bosquejos de posibles acuerdos internacionales de armonización de políticas fiscales, laborales, sociales o medioambientales (Protocolo de Kyoto, la Carta Social Europea, acuerdos de cooperación contra los paraísos fiscales, acuerdos sobre el tabaco, acuerdos sobre residuos, acuerdos sobre productos químicos, etc.), reaccionan presentándose como los más firmes defensores de la “soberanía nacional”. De golpe se convierten en antiglobalizadores recalcitrantes cuando se trata de cualquier otra cosa que no sea la libre circulación de capitales y la protección de sus derechos de propiedad monopolista.
En la actualidad, la globalización ha desatado una carrera competitiva a la baja tanto a nivel nacional entre las autonomías y los estados federados como a nivel internacional entre las naciones. Los pueblos que pretendan recuperar su empoderamiento democrático se enfrentan al mismo dilema dual: o hacer bajar a la economía al terreno de la política, o hacer subir la política al nivel de la economía. En Grecia, la mayoría de la gente ha votado claramente a favor de esta segunda vía. La 1ª vía, la del nacionalismo económico, (Grexit, vuelta al dracma y posible salida de la UE) implicaría una larga travesía en el implacable desierto neoliberal que podría convertir al pequeño país en otro estado fallido. La 2ª vía es la que está preconizando Cyriza para el conjunto de los pueblos de Europa, pero, a pesar de los lúgubres augurios que ensombrecen el panorama social europeo, los apoyos que está recibiendo son escasos.
Ante la desproporcionada reacción neoliberal contra Grecia, Pablo Iglesias y Podemos se han asustado y parecen estar sorbiendo crecientes dosis de la poción de Alicia en el País de las Maravillas y entrando en un acelerado proceso de empequeñecimiento, recortando sin tregua su programa inicial de empoderamiento democrático.
El tipógrafo Pablo Iglesias combatió sin tregua a los rico durante la primera globalización. Pero mientras Cyriza intenta resistir, el profesor Pablo Iglesias entona clamorosos “vivas" a los ricos y a sus multinacionales monopolistas para que no se olviden de España. Frente a la segunda globalización la tragedia se está convirtiendo en comedia y Pablo en pablito y Podemos en podíamos.
Separatismo en Bolivia:
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