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Basuroceno/Plasticoceno

Basuroceno/plasticoceno

Franklin Hiram King (1848-1911): “El hombre es el acelerador de desperdicio más extravagante que el mundo haya soportado jamás. Su plaga fulminante ha caído sobre todos los seres vivos a su alcance, sin exceptuar a él mismo”

Minqi Li: “Los desechos materiales generados por la economía-mundo capitalista han crecido tan rápidamente que ahora estamos literalmente al borde del colapso total del sistema ecológico de la Tierra, amenazando la supervivencia misma de la especie humana.

En 1932, un corredor de bienes raíces nacido en Rusia y radicado en Nueva York, Bernard London, propuso una novedosa estrategia económica para luchar contra la Gran Depresión: la obsolescencia programada. Aducía, en plan “keynesiano”, que los trabajadores en paro o con bajos salarios reducen su consumo y utilizan durante períodos más largos las mercancías compradas; este comportamiento hace que la demanda agregada en la economía caiga, haciendo caer también la inversión. Lo que hay que hacer es acelerar el ritmo al que los productos básicos se vuelven obsoletos y pasan al universo de los desechos, y la crisis económica se curará.

Mercancía = Basura

Karl Polany: “Es evidente que trabajo, tierra y dinero no son mercancías, en el sentido de que, en lo que a estos tres elementos se refiere, el postulado según el cual todo lo que se compra y se vende debe haber sido producido para la venta es manifiestamente falso. En otros términos, si nos atenemos a la definición empírica de la mercancía, se puede decir que trabajo, tierra y dinero no son mercancías. El trabajo no es más que la actividad económica que acompaña a la propia vida –la cual, por su parte, no ha sido producida en función de la venta, sino por razones totalmente distintas– (…). La tierra por su parte es, bajo otra denominación, la misma naturaleza que no es producida por el hombre; en fin, el dinero real es simplemente un signo del poder adquisitivo que, en líneas generales, no es en absoluto un producto sino una creación del mecanismo de la banca o de las finanzas del Estado”.

El economista húngaro Karl Polanyi ya insistía en 1944 en que lo crucial en la transformación capitalista ha sido la progresiva conversión en mercancía de todo cuanto nos rodea, incluidos nosotros mismos. El capital convierte en mercancías, no sólo lo que produce su industria, sino que mercantiliza esferas de la vida social que hasta el momento habían quedado al margen del comercio, como la tierra (la naturaleza), la fuerza de trabajo o el dinero. Se trataría de mercancías ficticias que solo pueden ser tratadas como tales debido a una fuerte regulación específica a favor del sistema. El problema es que su completa mercantilización las destruye convirtiéndolas en inutilizables. Cuanto más se mercantilizan más se destruyen. El sistema necesita la mercancía fuerza de trabajo, la mercancía recursos naturales, y convertir al dinero en mercancía, en orden a extraer el máximo rendimiento de ellas. Pero como no las produce, sino que simplemente se apropia de ellas, estamos ante un caso más de acumulación primitiva; su reproducción no entra ni cave en la estrategia de sus negocios por lo que se desgastan y se destruyen cada vez más deprisa y aceleradamente. Lo que queda de ellas es desperdicio y basura.

La cuenta de capital, para seguir creciendo necesita producir basura cada vez en mayor cantidad. Las “fuerzas productivas” desmadradas y descontroladas están convirtiendo a la Tierra en el planeta de la basura. El Holoceno terminó. Estamos de lleno en el basuroceno, una nueva era geológica generada por la enorme ignorancia del Homo detritus.

J. R. R. Tolkien fue profético al ver más allá de la fácil identificación del avance tecnológico y la innovación con el progreso, y cuestionó la idea de que la tecnología como tal fuera suficiente para resolver todos los problemas de la vida. La tecnología no es la solución en sí misma. Tolkien nos advertía para que examináramos de cerca cualquier promesa hecha con respecto al "progreso". “Su disgusto por la tecnología y la desconfianza en su poder estuvieron influidos por su experiencia en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial, donde se enfrentó a la tecnología en forma de tanques, aviones de combate, bombardeos y lanzallamas.”

Monopolios y basura

Se estima que para 2050, la generación mundial de desechos sólidos crecerá un 70 % y el contenido de plástico superará en peso al de los peces en el mar. El antropoceno, es “la apoteosis del desperdicio. […] Actualmente, los desechos del capitalismo están desbordando los sumideros y desbordándose sobre los libros de contabilidad del capital”.”

Los historiadores que han elegido la basura como su campo de estudio están en general de acuerdo en que, a partir de un determinado momento de su evolución, que sitúan alrededor del inicio del siglo XX, la formación capitalista se empezó a convertir en un sistema-basura.

Thorstein Veblen (1857-1929), un economista y sociólogo norteamericano se dio cuenta de lo que ocurría cuando el mercado caía en manos de los monopolios u oligopolios. Fue testigo de la Gilded Age y en su libro The Theory or the Leissure Class. An Economic Study of Institutions, además de denunciar los abusos y manejos de las altas finanzas y los trust industriales, planteó que la sociedad norteamericana era presa de una manía consumista despilfarradora a la que denominó consumo conspicuo. Los grandes grupos financieros junto a las grandes corporaciones controlaban toda la economía invirtiendo en publicidad y marketing para engañar a la comunidad y fomentar un consumo ostentoso y emulativo (conspicuous consumption).

El “reemplazo” de bienes se ha convertido en el valor social más prestigioso, y la “rapidez” de tal reemplazo se convierte en una de las principales identificaciones del estatus social de cada consumidor individual en particular y del valor económico de la marca que lo produce.

A partir de los años 1980, unas pocas corporaciones acabaron monopolizando todos y cada uno de los sectores de la economía mundial.

Las cadenas de supermercados y grandes superficies son verdaderas factorías especializadas en la distribución inmensas cantidades de basura. El envase de plástico de la mercancía expuesta, como si estuviera en un escaparate, en las estanterías al alcance de la clientela evita que se ensucie o deteriore y dificulta su sustracción. Sin este tipo de aparatoso envasado estos establecimientos difícilmente podrían seguir funcionando.

La Unión Europea ha prohibido la utilización de “plásticos de un solo uso”, como platos, cubiertos, pajitas, bastoncillos para las orejas, palitos para sostener globos, a partir de 2021, pero con efectos a partir de 1923. Los envases que contienen las mercancías dispuestas en las estanterías, que son los que más material plástico requieren, no se consideran de “un solo uso” (quizás porque ni siquiera tienen otro uso que no sea el de su necesaria función en los escaparates de las grandes superficies). Recientemente, Pew Charitable Trusts publicó Breaking the Plastic Wave, un estudio que concluyó que, si se cumplieran todos los compromisos actuales de la industria y el gobierno, la deposición de plástico en los océanos se reduciría sólo en un 7% con lo que el flujo anual de plástico a los océanos podría casi triplicarse en tan solo veinte años. Podría haber más toneladas de plástico que de peces en los océanos para 2050.

Apocalipsis de la basura El aire recalentado y embrutecido por la continua producción de basura reacciona con grandes tormentas, huracanes y tornados, generando incendios e inundaciones devastadores, acelerando la conversión en basura de todo lo encuentran a su paso. Pero cuando se fabrican municiones y bombas, así como cañones, barcos, aviones y drones para dirigirlas a su objetivo, se está produciendo basura para generar más basura. La destrucción de la Franja de Gaza a base de bombardeos guiados por inteligencia artificial ha convertido la zona en un infierno de basura equivalente al de un huracán, un sunami o el gran incendio de Los Ángeles. Cuando se fabrican decenas de miles de bombas atómicas, junto a sus cohetes, submarinos, lanzaderas y misiles, estamos ante el apocalipsis de la basura.

Basura autoreplicante.

De 1950 a 1990, el Departamento de Energía de EE. UU. produjo, gracias a las avanzadas ideas de John von Neumann y compañía, un promedio de cuatro bombas nucleares al día en el complejo Hanford Engineer Works HEW (inicialmente con 4 reactores de plutonio ), situado en Hanford, en el estado de Washington. Las instalaciones de Hanford se ampliaron para incluir nueve reactores nucleares y cinco grandes complejos de procesamiento de plutonio que produjeron el plutonio necesario para fabricar la mayoría de las más de 60.000 bombas nucleares producidas en los EEUU.

Los cuatro reactores nucleares iniciales de Hanford utilizaron agua fría bombeada directamente desde el río Columbia para enfriar el combustible nuclear y luego liberaron el agua contaminada directamente de regreso al río. En diseños de reactores posteriores, las aguas residuales se enviaban a grandes trincheras y zanjas para filtrarlas a través del suelo. Esto redujo la cantidad de materiales radiactivos que ingresaban al río, pero contaminó el suelo y el agua subterránea debajo de las instalaciones, agua que acababa más tarde mezclándose con la del rio. Los principales contaminantes, además de los componentes ácidos, incluyen uranio, tecnecio-99, yodo-129, tritio, tetracloruro de carbono, cromo hexavalente y estroncio-90.

Años después del cierre, los ingenieros descubrieron que los 204,5 millones de litros de lodo altamente radiactivo procedente de la producción del plutonio almacenados en 177 grandes tanques subterráneos a poca profundidad, estaban filtrando residuos venenosos hacia el río Columbia , ubicado a sólo 9,6 kilómetros de distancia con el riesgo de que los radionucleidos y otros productos químicos contaminen el río Columbia, vital para ciudades, granjas, y fauna de dos estados.

Para contener los vertidos se ha contratada a la empresa Bechtel National, Inc. para el diseño y construcción de una enorme planta especial de tratamiento de residuos nucleares denominada Planta de Inmovilización y Tratamiento de Residuos de Tanques (WTP), conocida como Planta Vit, que trataría de procesar los desechos nucleares en el mismo sitio de Hanford hasta obtener una forma de vidrio sólido mediante vitrificación. El proceso debería mezclar los desechos de los tanques con productos químicos que forman vidrio, calentarlos a 1149 grados centígrados y verterlos en recipientes de acero inoxidable para solidificarlos y poderlos retirar para trasladarlos a otros cementerios nucleares más seguros. Inicialmente se presupuestó que la construcción costaría 20 mil millones de dólares, mientras que los costos operativos podrían alcanzar otros 60 mil millones de dólares. Pero la proyectada planta de tratamiento no ha hecho más que experimentar continuos problemas de diseño, fallos en el funcionamiento, retrasos en los plazos y enormes sobrecostos desde que se aprobó el proyecto. El tratamiento de los residuos líquidos almacenados en Hanford llevará décadas de trabajo y costará cientos de miles de millones de dólares a cargo de los contribuyentes. A pesar de estos problemas, la azarosa e imprevisible planta es aclamada como “el sistema de eliminación de basura más sofisticado del mundo”.

El fetichismo de la basura

Victor Lebow (1955): “Nuestra economía enormemente productiva pide que hagamos del consumo nuestra forma de vida, que convirtamos la compra y uso de los bienes en un ritual, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, nuestra satisfacción del ego, en el consumo… nosotros necesitamos que las cosas sean consumidas, quemadas, sustituidas y desechadas a un ritmo cada vez mayor”. El consumidor compulsivo experimenta un doble fetichismo: el fetichismo de apego que incorpora la mercancía producida y el fetichismo de desapego incorporado en la mercancía desechada.

William Pietz realizó en 1994 un extenso estudio etnohistórico sobre el término “fetiche” a partir del cual constató que el término se originó en la costa de África occidental durante los siglos XVI y XVII. Para Pietz el fetiche se originó a partir del valor social que se da a los objetos materiales.

La teoría del fetichismo fue articulada por G. W. F. Hegel en sus Conferencias sobre Filosofía de la Historia. Según Hegel, los africanos eran incapaces para el pensamiento abstracto, sus ideas y acciones estaban regidas por impulsos y, por lo tanto, un objeto fetiche podía ser cualquier cosa que estuviera arbitrariamente imbuida de "poderes imaginarios".

Marx trasladó el concepto hegeliano de fetiche a los fenómenos de la economía política. El fetichismo de la mercancía significa que se percibe el valor económico como algo que surge y reside dentro de las mercancías mismas, y no de la serie de relaciones sociales que la producen. Algo parecido ocurre en el otro lado de la ecuación del consumo. El no valor económico se percibe como algo que reside también dentro de la mercancía a desechar y no de la serie de relaciones sociales subsiguientes a su desvalorización. Podríamos hablar del fetichismo de la basura. Marx no contempló esta segunda parte de la ecuación fetichista puesto que nunca pensó, como apóstol que era del crecimiento de las “fuerzas productivas” y del “progreso”, que dicho crecimiento acabara convirtiéndose en un monstruoso tumor maligno capaz de acabar con la misma especie que lo alimentaba. Tampoco alcanzó a advertir la fuerza del marketing estimular otro tipo de fetichismo, el del consumidor compulsivo del que hablaba Thorstein Veblen.

Quizás el rasgo que mejor define mejor la sociedad del H. Economicus es la de una cultura cuya apoteosis final es la conversión del planeta en un monumental vertedero de basura. Nuestras industrias semejan cada vez más volcanes vomitando continuamente basura por tierra, mar y aire. En la actualidad, se producen más desechos que bienes. El 99% de los materiales originales utilizados en la producción o contenidos en las mercancías, se convierten en desechos dentro de las seis semanas posteriores a la venta , y a esta basura hay que añadir los residuos generados en la producción, la minería, los generados por la energía para producirlos, los generados por el transporte y la logística para distribuirlos, etc.

Así, la basura se produce como algo “necesario” y conveniente para el buen funcionamiento del sistema económico, hasta el punto de considerar el despilfarro como uno de los mejores indicadores de desarrollo económico y, ampliando el argumento, del hipotético bienestar social.

Marx pensaba que al capital le ocurriría como a los antiguos imperios. Que, llegada la madurez vendría la decadencia, dejarían de crecer las fuerzas productivas. Entonces el socialismo científico tomaría el relevo. Pero las fuerzas productivas producían cada vez mayor cantidad de basura. Su creencia en la progresiva concentración de la cuenta de capital y la globalización que pronosticó en Das Kapital (la materialización del progreso reservado a la especie humana) se fueron cumpliendo a pies juntillas. Nunca se imaginó que el colapso provendría de la mórbida obesidad del sistema anegándose en el océano caótico de su propia basura . Había confundido progreso con exceso.

Las fiestas de la basura

La vida útil de un vertedero contaminante se estima entre cientos y miles de años, y la radiotoxicidad nuclear dura más de 100 000 años, o más de 3 000 generaciones.

Las fiestas blak Friday son celebraciones de la basura. Las fiestas “navideñas”, “religiosas”, “políticas”, “de acción de gracias”, “folclóricas”, turísticas, etc., son todas maratones de basura. La moda es una señal para desencadenar una verdadera orgía basurera. La publicidad , el marketing, son fábricas de basura informativa subliminal para fomentar y generar más y más basura. Cualquier actividad, deseo, afición, etc., en cuanto se mercantiliza, en cuanto se “pone en valor”, se convierte en un generador acelerado de basura. Basura náutica, basura aérea, basura submarina, basura turística, basura cinegética, basura automovilística, basura espacial, basura digital, basura musical, basura y más basura. Tenemos basura en el aire que respiramos, en la comida, en el agua que bebemos, en el agua de mar donde nos bañamos , en el suelo y en el subsuelo y en el mismo cielo que nos rodea.

La TV, la radio y la World Wide Web se han convertido en escaparates permanentes de la basura. Producen continuamente toneladas de telebasura, radiobasura y e-basura combinadas con infobasura y todo ello intercalado continuamente con anuncios basura. La basura digital te está esperando en cualquier esquina de un smartphone en cuanto uno lo activa, se interpone a lo que uno busca o a lo que uno desea teclear. La basura te espía para “sugerirte” basura y te estimula continuamente, sin tregua ni compasión, para que sigas consumiendo basura mientras tu propio cerebro se va rellenando de basura. Busco algún tutorial de bricolaje para reciclar y la búsqueda se llena automáticamente de basura publicitaria instándome a que me deje de tonterías y adquiera más y más basura. La sociedad “de consumo” es, en la práctica, una sociedad que traga y vomita basura por todos sus poros. El H. Economicus nace en un ambiente lleno de basura y crece rodeado de ella. Para producir una tonelada de basura para el consumo se producen 70 toneladas de basura en desechos industriales. Nuestra sangre bulle de plásticos, metales pesados, tóxicos químicos, micropartículas, etc. Y nuestro cerebro se ha convertido en una máquina que chirría por los cuatro costados basura digital, publicitaria e “informativa”. El H. Economicus es un ser permanentemente estresado por la enorme cantidad de basura entre la que su cerebro intenta procesar el sentido de su existencia y que le acompaña a donde va, día y noche. Diariamente se publican toneladas de libros de autoayuda con el vano deseo de neutralizar la basura que embrutece nuestro sistema neuronal. Somos basura ambulante. El H. economicus se ha convertido en Homo basura.

¿Reciclaje?

Anne Berg: “En el presente global, el reciclaje permite a los ciudadanos consumidores superproductores de las naciones “desarrolladas” sentirse bien con sus hábitos de consumo, al tiempo que exportan los costos –en términos de mano de obra y toxinas– de un estilo de vida que se enorgullece del desarrollo y la producción de productos mejores y más limpios y más ecológicos.”

Para hacer frente a este cataclismo, las industrias petroquímicas promueven una solución milagrosa: el “reciclaje”. El fraude del reciclaje es simple: el proceso nunca ha sido viable, ni técnica ni económicamente y los industriales lo han sabido siempre. De todas las variedades producidas, que son miles, sólo dos tienen propiedades que hacen viable el reciclaje hasta la fecha: el PET (tereftalato de polietileno) y el polietileno de alta densidad (HDPE) que se emplean para fabricar envases de bebidas. Todas las variedades diferentes y todas las aleaciones plásticas o de varios materiales no se pueden reciclar de ninguna manera. Incluso para poder reciclar estos dos únicos tipos de plásticos reciclables la extrema meticulosidad que debería exigirse a los consumidores lo hace imposible: una botella y un tarro, ambos de PET, deben separarse si contienen diferentes aditivos o colorantes, al igual que las botellas de PET verdes y las transparente. Muchos productos plásticos están hechos de varios tipos de polímeros (como PET, PP, PE, PS, etc.) que no son compatibles entre sí en el proceso de reciclaje. Separarlos requiere tecnología avanzada y un esfuerzo significativo, lo que rara vez se hace debido a los costos. Además, los plásticos a menudo incluyen aditivos como colorantes, plastificantes, estabilizantes UV o retardantes de llama, que pueden dificultar aún más el reciclaje. Además, muchos productos combinan plástico con otros materiales como papel, aluminio o adhesivos (por ejemplo, envases de alimentos o bolsas de snacks), lo que hace casi imposible separarlos. Si en algún caso ello es posible, separar y procesar estos materiales compuestos es mucho más caro que producir plástico virgen. Esto hace que el reciclaje no sea económicamente viable en la gran mayoría de los casos, especialmente cuando los precios del petróleo (materia prima del plástico virgen) son bajos. Incluso cuando se logra reciclar, el plástico resultante suele ser de menor calidad que el original (downcycling). Esto limita su uso a aplicaciones de menor valor, como la fabricación de bancos de parque o textiles de baja calidad, y no resuelve el problema de la demanda de plástico virgen. Otra dificultad trascendental: los plásticos se degradan con cada reutilización y, por tanto, sólo pueden reutilizarse una vez o, más raramente, dos veces, de lo contrario, no sólo se desnaturalizarán sus propiedades, sino que su toxicidad puede aumentar. Cuando es viable, el reciclaje proporciona sólo un breve retraso en su inevitable viaje hacia los vertederos, los incineradores o el medio ambiente.

El “reciclaje” ¿es real?, o se trata de una forma de esconder la basura en algún recóndito lugar de la masa neuronal de los consumidores.

“Durante décadas, las empresas petroquímicas y la industria del plástico conocen las limitaciones técnicas y económicas que hacen que los plásticos no sean reciclables y no han logrado superarlas. A pesar de este conocimiento, la industria del plástico ha seguido aumentando la producción de plástico, al tiempo que lleva a cabo una campaña bien coordinada para engañar a los consumidores, a los políticos y a los reguladores sobre el reciclaje de plástico.”

La industria petroquímica adoptó la idea del “reciclaje” a mediados de los años 80 cuando la proliferación de residuos era ya colosal . El “compromiso” consistió en una serie de campañas de desinformación, marketing fraudulento (campañas sistemáticas de engaño muy parecidas a las de los fabricantes y comercializadores de tabaco, opioides y productos químicos tóxicos) y cortinas de humo sobre la efectividad del reciclaje. Un centro de investigación en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, fundado ad-hoc, “descubrió” el procedimiento para el reciclaje. Instituciones y fundaciones sobre el reciclaje aparecieron a partir de entonces como setas: el Consejo del Embalaje en el Medio Ambiente (COPE) en 1986; el Consejo para Soluciones de Residuos Sólidos (CSWS) en 1988, que pasó a ser conocido como Asociación para el Progreso de los Plásticos en 1992 antes de reorganizarse como el American Plastics Council (APC); la National Association for PET Container Resources (NAPCOR) o la Flexible Packaging Association (FPA).

Según la industria, se trataría de un material que, a partir de ahora, podría reciclarse indefinidamente como la mantequilla. A finales de los 1980 diseñaron el “símbolo del reciclaje” que consta de tres flechas de color verde que forman un ciclo circular continuo. Cada una de ellas representa los pasos en el proceso de reciclaje: la recogida de los materiales, su supuesto reciclaje y la compra de productos reciclados (el símbolo de una economía donde nada se pierde y todo se transforma).

Chat con DeepSeek (3/02/2025): ¿Qué opinas del fraude del reciclaje del plástico? “El fraude en el reciclaje de plástico puede llevar a que grandes cantidades de plástico no sean procesadas correctamente, terminando en vertederos, incineradoras o, peor aún, en ecosistemas naturales como océanos y ríos” etc., etc.

¡No me has entendido! Hablo del fraude del "reciclaje" en sí. Ahora entiendo mejor tu punto. Estás planteando una crítica profunda al concepto mismo del reciclaje de plástico, sugiriendo que la idea de que el plástico es reciclable en su totalidad es, en sí misma, un fraude que permite justificar su producción y consumo desmedido. Este es un debate importante y cada vez más relevante, especialmente a medida que se evidencia que el reciclaje de plástico no es tan efectivo como se nos ha hecho creer. Aquí te comparto algunas reflexiones al respecto: 1. El mito del reciclaje del plástico

Baja tasa de reciclaje real: A nivel global, solo alrededor del 9% del plástico producido se ha reciclado. El resto termina en vertederos, incineradoras o en el medio ambiente. Esto demuestra que el reciclaje no es una solución efectiva para la gran mayoría de los plásticos.

Limitaciones técnicas: No todos los plásticos son reciclables, y muchos de ellos pierden calidad después de uno o dos ciclos de reciclaje. Esto significa que, en última instancia, el plástico reciclado también termina siendo desechado.

Dependencia de la industria: La promoción del reciclaje como solución ha permitido que la industria del plástico evite responsabilizarse por la reducción de la producción y el uso de plásticos virgen. En lugar de abordar el problema de raíz, se ha trasladado la responsabilidad a los consumidores y a los sistemas de reciclaje, que en muchos casos son insuficientes.

2. El reciclaje como "licencia para contaminar"

Greenwashing: Muchas empresas utilizan el reciclaje como una herramienta de marketing para presentarse como "ecológicas" o "sostenibles", cuando en realidad continúan produciendo grandes cantidades de plástico de un solo uso. Esto crea una falsa sensación de seguridad en los consumidores.

Falta de responsabilidad extendida: La industria del plástico ha promovido el reciclaje como una solución mágica, pero no ha invertido lo suficiente en infraestructura ni en tecnologías que permitan un reciclaje efectivo. Esto ha llevado a que el sistema dependa en gran medida de los gobiernos y los contribuyentes.

3. El problema de fondo: la producción desmedida

Economía lineal: El modelo actual de producción y consumo sigue siendo lineal (producir-usar-desechar), y el reciclaje no ha logrado cambiar esto. Mientras la producción de plástico siga aumentando (se estima que se triplicará para 2060), el reciclaje nunca será suficiente.

Alternativas insuficientes: Incluso los bioplásticos o los plásticos "compostables" tienen limitaciones y no resuelven el problema de la contaminación por plástico si no van acompañados de una reducción drástica en su uso.

4. ¿Qué hacer entonces?

Reducir y reutilizar: La verdadera solución no está en el reciclaje, sino en reducir la producción y el consumo de plástico, especialmente el de un solo uso. Esto implica cambios en los hábitos de consumo, pero también en las políticas públicas y en las prácticas de las empresas.

Responsabilidad del productor: Las empresas deben ser responsables del ciclo de vida completo de sus productos, lo que incluye financiar y garantizar su recolección y reciclaje efectivo.

Cambio sistémico: Es necesario un cambio hacia una economía circular, donde los materiales se diseñen para ser reutilizados, reparados o reciclados de manera eficiente, y donde se priorice la reducción de residuos desde el origen.

Conclusión

Tienes razón en señalar que el reciclaje de plástico, tal como se ha promovido, puede ser visto como una forma de engaño que permite perpetuar el uso desmedido de plástico. La idea de que el plástico es "reciclable" ha sido utilizada para justificar su producción masiva, cuando en realidad el reciclaje no es una solución mágica ni suficiente. Para abordar el problema de la contaminación por plástico, es necesario ir más allá del reciclaje y cuestionar el modelo de producción y consumo que lo ha generado.

La idea del reciclaje, tal como se ha promovido durante décadas, ha sido en gran medida una forma de tranquilizar a los consumidores engañándolos y desviar la atención del problema real: la producción y el consumo desmedidos de plásticos y otros materiales no sostenibles. El reciclaje puede dar la impresión de que los residuos desaparecen mágicamente, cuando en realidad muchos terminan en vertederos, incineradoras o en el medio ambiente. La promoción del reciclaje ha creado la ilusión de que podemos seguir consumiendo como si no hubiera consecuencias, siempre y cuando "reciclemos".

“Hay miles de tipos diferentes de plástico, cada uno con su propia composición química y características. La gran mayoría de estos plásticos no se pueden “reciclar”, lo que significa que no se pueden recolectar, procesar ni remanufacturar para convertirlos en nuevos productos. A partir de 2021, se estima que la tasa de reciclaje de plástico en EE. UU. fue solo del 5% al 6%. A pesar de décadas de promesas de la industria, el reciclaje de plástico no ha logrado convertirse en realidad debido a limitaciones técnicas y económicas conocidas desde hace mucho tiempo.”

El primer plástico completamente sintético, la baquelita, se inventó en 1907. Inicialmente, los plásticos imitaban el marfil o la seda que ocupaban un insignificante nicho del mercado. Durante la Segunda Guerra Mundial, el cloruro de polivinilo (PVC), un polímero plástico, se empezó a utilizar para aislar cables electrónicos. A mediados de la década de 1950, se descubrió que los productos de desecho de la industria petroquímica podrían utilizarse para fabricar PVC. El plástico nació “del reciclaje”. En los años 60, el plástico comenzó a utilizarse en sustitución de otros materiales más caros. A partir de la década de 1950, las empresas petroquímicas identificaron una forma de garantizar una demanda constante y creciente de plástico: la desechabilidad (usar y tirar) . Si los productos de plástico se usaran sólo una vez, entonces sería necesario comprarlos (y, por tanto, producirlos) una y otra vez. En resumen, el objetivo de los productores debería ser que sus productos, inmediatamente de usarlos, terminaran en el contenedor de la basura.

En los 70, los plásticos también comenzaron a sustituir algunos metales. En los 80, su producción se disparó. Actualmente se vierten 350 millones de toneladas de residuos plásticos tóxicos cada año.

Con el plástico nació un nuevo “estilo de vida de conveniencia” , que fue bien recibido por la atmósfera política neoliberal emergente. Desde entonces, la producción mundial de plásticos ha aumentado de 2 millones de toneladas en 1950 a más de 400 millones de toneladas en 2015. La mitad de todos los plásticos se convierten en residuos después de cuatro años o menos de uso. Los envases de plástico y los artículos de un solo uso ingresan al flujo de desechos inmediatamente después de su uso. Con cualquier artículo en un supermercado, desde un lápiz o una hoja de afeitar hasta un pedazo de pollo, compro también el envase de plástico que lo envuelve. Compro basura inmediata, instantánea y en su mayor parte irreciclable.

"La mayoría de los plásticos no se biodegradan en ningún sentido significativo, por lo que los residuos de plástico que han generado los seres humanos podrían estar con nosotros durante cientos o incluso miles de años."

Hasta la fecha, se han producido más de 10 000 millones de toneladas de plástico que han generado alrededor de 7600 millones de toneladas de desechos plásticos (a pesar del cada vez más evidente desastre sólo el 9% de los desechos plásticos son actualmente reciclados a nivel mundial), de los cuales se estima que el 79% se encuentra ahora en vertederos o en el medio ambiente. Se calcula que cada año más de 13 millones de toneladas llegan a los océanos. El plástico es un elemento omnipresente en los océanos, el agua dulce (ríos, lagos, incluso el agua embotellada y del grifo), las tierras de cultivo y pastos (infestados de restos de cuerdas, lonas, bolsas de piensos, mallas anti hierba, envolturas de pacas de forraje, etc.), el aire (micropartículas partículas). Los microplásticos (menos de 5 mm de diámetro, desde fragmentos pequeños visibles hasta microscópicos e incluso nanoscópicos) son ingeridos involuntariamente por muchas especies de peces que luego pasan por nuestras cocinas (el 35% de los microplásticos que se encuentran en los océanos proviene del desgaste de la ropa durante el lavado) o por animales de granja.

Los nanoplásticos, al estar compuestos por moléculas carbonadas lipofílicas, es decir, que interactúan con los lípidos, son capaces de atravesar las membranas grasas de las células, y también de integrarse en ellas. Tienden a acumularse en órganos con alto contenido de grasa, especialmente en el cerebro. La peste de los microplásticos nos hace proclives a cada vez más graves enfermedades degenerativas. No existe vacuna que nos haga inmunes. Si dejáramos de usar los plásticos de manera radical de inmediato, la contaminación por micro y nanoplásticos es irreversible y creciente. El plástico ya existente en el medio ambiente se irá degradando y fragmentando año tras año.

El reciclaje es una extensión de la tradición de esconder los residuos y olvidarlos –“ojos que no ven, corazón que no siente”– para obviar las consecuencias del modelo económico actual.

Tiro bien, para olvidar mejor”

Sergio Federovisky: “Ese día (el día del medio ambiente), de acuerdo con aquella publicidad, ocurría que una persona ponía la basura en el contenedor haciendo “que todo esté un poquito más limpio”; otra desistía de la bolsa que le ofrecía la cajera del supermercado y hacía que “se usen un poquito menos de bolsas” y una tercera tomaba su bicicleta en vez de su automóvil “y la ciudad tiene un poquito menos de humo”. El mensaje final era que a “ese” día debe seguirle otro y un sumatorio indetenible hacia “aquel” día en que todos los millones de habitantes hayamos puesto la basura en el contenedor, hayamos rechazado la bolsa del supermercado y hayamos viajado en bicicleta: el medio ambiente se habrá salvado y todos seremos los héroes anónimos.

Pero la idea estrella fue la de hacer a los propios consumidores responsables del reciclaje. El reciclaje tendría la virtud mágica de evaporar los residuos de la mente del consumidor “responsable”, puesto que ahora, en lugar de un output desechable, la basura se había convertido en un input de la cadena de producción, ahora más “responsable”. Se planteó, sin complejos, la idea objetivo de ciudades “cero basura” . La culpa ya no era de las corporaciones sin escrúpulos sino del individuo “irresponsable” que no recicla tal como debería.

Con la llegada del reciclaje y la clasificación selectiva a finales de los años 80, la basura, que seguía creciendo de forma exponencial , dejó progresivamente de ser una preocupación para los consumidores: si tiro “bien”, en el “contenedor adecuado”, puedo confiar en que mis residuos serán bien gestionados. En una palabra, “tiro bien, para olvidar mejor”. Si clasifico bien mis residuos, entonces puedo seguir consumiendo a mi antojo y sin medida.

La Sra. Brandy Deason, residente de Houston, Texas, unos días después de haber colocado marcadores (varios Apple AirTags) en sus residuos plásticos, los introdujo en diversos contenedores de reciclaje para plásticos. Comprobó que sus plásticos no habían ido a un centro de tratamiento de plásticos de última generación, sino a un vertedero gigante al aire libre (Wright Waste Management) junto a otras pilas de plástico a varios metros de altura. (https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2024-09-03/airtags-apple-basura-reciclaje-plastico-1qrt_3954574/)

Residuos domésticos, la punta del gran iceberg

Por regla general, son los residuos domésticos los que vemos y “clasificamos”, los residuos sobre los que leemos y, por tanto, sobre los que tenemos algún conocimiento. Interesa mantener el centro de atención en la basura doméstica, la gestión de la cual absorbe toda la investigación y todas las políticas de residuos. Por el contrario, ni los investigadores ni las autoridades tienen acceso a la esfera industrial. Sin embargo, los residuos domésticos constituyen sólo una pequeña parte de todos los residuos generados. En Suecia, un país que como en España se multa a los “ciudadanos irresponsables” que no reciclan bien , los residuos domésticos representan tan sólo el 4% de todos los residuos generados (en G.B. no pasan del 7%). Hay que desviar la atención respecto a los residuos originados aguas arriba de la cadena de producción , más del 90% del total a nivel planetario. Aquí las laxas reglamentaciones existentes son burladas una y otra vez, fuera del enfoque de las cámaras. Si se visualiza por su magnitud o trascendencia algún vertido “incontrolado” o “accidental”, una inextricable maraña de subcontrataciones y banderas de conveniencia impide encontrar al verdadero y último responsable. Situar al individuo particular en el centro de la gestión de residuos aleja la atención del principal y único responsable de la basura, la cuenta de capital.

Esconder bajo la alfombra (del vecino)

Lisa Doeland: “La basura nos atormenta. […] enterrando y quemando desechos “residuales”, estos siguen regresando a nosotros. No se trata de un círculo completo, sino de bucles extraños, como la masa de plástico que se está apoderando de los océanos, de los peces y de nosotros.

Heather Rogers: “Si la gente viera lo que pasó con sus desechos, viviera con el hedor, fuera testigo de la magnitud de la destrucción, podría empezar a hacerse preguntas difíciles.

Si al abrir la puerta de casa nos encontráramos con la calle llena de basura, si al salir al “campo” nos topáramos con inmensas cordilleras montañosas de basura, si al ir a la playa tuviéramos que apartar una espesa capa de cinetos de miles de colillas, tapones, envases, algún cadáver de paloma, otro de rata, montañas de pañales usados, etc., para depositar nuestra toalla, no pudiéramos sumergirnos o nadar más que en un espeso caldo químico radioactivo de desechos de plástico, quizás nos replantearíamos en serio nuestra civilización.

Lo que intenta continuamente el H. Economicus es esconder la basura para no pensar en ella y seguir consumiendo. De la misma forma que toda la actividad industrial gira en torno a la producción de basura, un sector corporativo de grandes dimensiones y en perpetuo crecimiento se especializa en la ocultación de la misma.

La segunda ley de la termodinámica nos dice que la entropía (el desorden) siempre tiende a aumentar. Las cosas tienden a pasar de un estado más ordenado a uno más caótico y no ocurre nunca lo contrario. Contrarrestar esta tendencia exige un esfuerzo permanente y un gasto continuo de energía. Las labores domésticas, los talleres de reparaciones, las empresas de mantenimiento, los sistemas de sanidad y salud, las labores de bricolaje y reutilización, etc., intentan disminuir la entropía. Pero la avaricia cancerígena del capital ha convertido a la economía en una bomba entrópica que es imposible mantener a raya. El contenedor se llena tras las tareas domésticas y, de alguna forma, hace invisibles los complejos procesos de gestión de nuestros residuos y, por tanto, uno se olvida de ellos. La papelera incorpora la ilusión de un control técnico satisfactorio de los residuos. Mantenemos el orden en nuestro pequeño rincón del mundo mientras exportamos el caos a otro lugar.

A medida que se satura la capacidad del país se recurre a la exportación externa que es lo que viene ocurriendo cada vez en mayor proporción, sobre todo tras la masificación de la producción de automóviles, neumáticos, plásticos, electrodomésticos y electrónica. Con el endurecimiento de las leyes ambientales en los países desarrollados en la década de 1970, los costos de eliminación de desechos peligrosos aumentaron dramáticamente. Al mismo tiempo, la globalización del transporte marítimo facilitó el movimiento transfronterizo de residuos y muchos países menos desarrollados estaban desesperados por conseguir divisas. En consecuencia, el comercio de desechos peligrosos, particularmente hacia los países más pobres, principalmente africanos, creció rápidamente. En 1990, los países de la OCDE exportaron alrededor de 1,8 millones de toneladas de desechos peligrosos. Con los desechos de plástico ocurrió lo mismo. Hay una clara correlación entre la producción de plástico y las exportaciones de desechos.

Para intentar regular este tipo de “comercio” se creó el Convenio de Basilea en 22 de marzo de 1989 y entró en funcionamiento en 1992. En junio de 2023, había 191 países firmantes. Los cinco Estados miembros de la ONU que no son partes en el tratado son Timor Oriental, Fiji, Haití, Sudán del Sur y, curiosamente, Estados Unidos.

Pero la convención no era un sistema de prohibición sino de “control”. No prohibía las exportaciones de desechos tóxicos a ningún lugar excepto a la Antártida, sino que simplemente requería un sistema de notificación y consentimiento conocido como "consentimiento fundamentado previo" o PIC. Basilea acabó estimulando, más que frenando la exportación, puesto que muchos comerciantes de residuos explotaron el buen nombre del reciclaje para justificar todas las exportaciones como si se dirigieran a destinos de reciclaje. El costo para los países ricos de exportar basura a países empobrecidos, es menor que el costo de dar disposición final a esa basura en sus propios territorios. La Organización de la Unidad Africana (la precursora de la Unión Africana) lideró el diseño y la adopción de la Convención de Bamako sobre la prohibición de la importación de desechos peligrosos a África y el control de los movimientos y la gestión transfronterizos entró en vigor en 1998 y prohíbe todas las importaciones de residuos tóxicos. Hasta la fecha, sólo la mitad de los países africanos son signatarios.

En vista del crecimiento exponencial de las exportaciones de basura, en 1995 se planteó una revisión del convenio, denominada Enmienda de Prohibición de Basilea. La nueva prohibición de Basilea se aplicaría a la exportación por cualquier motivo, incluido el reciclaje. Pero la Enmienda de Prohibición encontró una enérgica oposición de varios grupos industriales, así como de naciones como Australia y Canadá de forma que, al final, la excusa del “reciclaje” se mantuvo sustituyendo la prohibición de la exportación con motivo de reciclaje por “el control” a partir de una compleja lista de “residuos peligrosos” no exportables e inextricables disposiciones “de control” sobre minimización de residuos y gestión racional de residuos. La Enmienda de prohibición no pasó a entrar en vigor hasta enero de 2021. Esto crea un entorno en el que muchos intermediarios de residuos y empresas de reciclaje emplean métodos poco transparentes para asegurar sus negocios.

Siete de las diez ciudades más contaminadas del mundo se encuentran en China. Aproximadamente un tercio de China se ve afectada por la lluvia ácida. Alrededor del 60 % del agua de los siete principales sistemas fluviales de China está clasificada como Grado 4 o peor, o no apta para el contacto humano. El 75% de los lagos sufren diversos grados de eutrofización, causados por escorrentías de fertilizantes químicos y aguas residuales industriales. Aproximadamente un tercio de las aguas residuales industriales y dos tercios de las aguas residuales municipales se vierten directamente a ríos y lagos sin ningún tratamiento.

En la llanura del norte de China, el nivel freático está descendiendo a un ritmo de 1,5 metros al año. Debido a la erosión del suelo, la salinización y la contaminación, el 40 por ciento de la tierra cultivable de China está degradada. Entre 13 y 16 millones de hectáreas de tierras agrícolas han sido contaminadas por pesticidas químicos y 20 millones de hectáreas de tierras agrícolas han sido contaminadas por metales pesados.

El “milagro” industrial de China se debe a la basura. Con la inmensa glotonería del capital y el beneplácito (y enriquecimiento) de la corrupta burocracia, todo el territorio de este gran e industrioso país se ha convertido aceleradamente en un gigantesco vertedero de basura.

Además de la polución y basura que genera cada vez en mayores proporciones, China, desde la década de 1990, se convirtió en el principal importador de plástico-basura del planeta. A partir de 1994 las importaciones y exportaciones mundiales anuales de residuos plásticos comenzaron a aumentar rápidamente. Desde que comenzó a informar en 1992, China ha importado el 72,4% de todos los residuos plásticos exportados por otros países del mundo. Los países de altos ingresos han sido abrumadoramente los principales exportadores de desechos plásticos desde 1988, contribuyendo al 87% de todas las exportaciones. La UE-28 sería la principal exportadora. La UE había estado enviando el 85% de sus residuos plásticos a China.

¿Qué pasaba con los residuos plásticos en China? Una gran parte de los residuos plásticos importados se procesaba en instalaciones informales o pequeñas empresas, muchas de las cuales no cumplían con estándares ambientales o de seguridad (los trabajadores en las instalaciones de reciclaje a menudo estaban expuestos a condiciones peligrosas, sin equipo de protección adecuado y con salarios muy bajos). En estos lugares a menudo quemaban plásticos o los procesaban de manera rudimentaria, liberando sustancias tóxicas al aire, el agua y el suelo. Este “reciclaje” de los residuos plásticos generaba graves problemas de contaminación. La quema de plásticos liberaba dioxinas y otros compuestos tóxicos, mientras que los residuos no reciclables terminaban en vertederos o en el agua del mar, de los ríos, o de los canales. Una parte significativa de los residuos plásticos importados no era reciclable debido a su baja calidad o a la mezcla de materiales. Estos residuos terminaban siendo desechados en vertederos o incinerados, contribuyendo aún más a la contaminación. Los plásticos que conseguían reciclarse se convertían en productos de baja calidad, como fibras para textiles o materiales de construcción, que tenían una vida útil limitada y eventualmente volvían a convertirse rápidamente en residuos.

China, ya convertida en el taller industrial del mundo, se había convertido también en el vertedero mayor del planeta. Presionada por las crecientes protestas de su población, introdujo en 2018 la prohibición de importar desechos plásticos contaminados (Operación espada nacional). El efecto dominó fue inmenso. Como resultado de la prohibición, países como Malasia, Indonesia y Filipinas, junto con muchos otros, se convirtieron en los nuevos destinos del “reciclaje” tóxico para la mayoría de los desechos plásticos de América del Norte y Europa, a pesar de que a menudo carecían en absoluto de instalaciones adecuadas y de capacidad suficiente y acababan recurriendo al vertido a cielo abierto o a la incineración descontrolada o incendio “accidental” de los almacenajes , con el consiguiente peligro de envenenamiento de la población.

Un estudio publicado en 2015 comprobó que solo cuatro países asiáticos (China, Indonesia, Filipinas y Vietnam) representan aproximadamente la mitad de los desechos plásticos que desembocan en el océano. Otro estudio de 2017 estimó que el 90% del plástico que se encuentra en el océano proviene de sólo 10 ríos: ocho en Asia y dos en África. Todos estos desechos eventualmente alimentan las cinco infames manchas de basura que flotan en nuestros océanos, de las cuales la llamada Gran Mancha de Basura del Pacífico es la más grande, con una superficie estimada tres veces mayor que la de Francia.

Kenia era uno de los países africanos con más restricciones a la importación de residuos tóxicos. Pero EEUU, que no ha firmado ningún convenio de Basilea. En 2020, el Consejo Estadounidense de Química, que representa a las principales compañías petroleras, presionó al gobierno de Estados Unidos para que moldeara los términos del acuerdo comercial planeado entre Estados Unidos y Kenia con el fin de "prohibir la imposición de regulaciones internas, límites a la producción o consumo de productos químicos y plástico y a su comercio transfronterizo”. Tal acuerdo significaría que Kenia podría convertirse en el principal centro para la distribución de plástico fabricado en Estados Unidos en el continente.

Pero la principal consecuencia fue el aumento de las exportaciones ilegales. La ilegalidad ocurre a lo largo de toda la cadena de suministro e involucra a una variedad de participantes, como intermediarios de residuos, agentes marítimos e importadores en los países de destino. Los principales métodos utilizados para el contrabando de desechos plásticos son similares a los que se encuentran en el tráfico de otras corrientes de desechos e incluyen declaraciones erróneas, por ejemplo, declarar desechos como materias primas, desechos peligrosos como desechos no peligrosos o desechos contaminados como desechos no contaminados; ocultación, es decir, ocultar desechos plásticos ilegales detrás de una capa de plásticos limpios y embalados u otros materiales en caso de que el contenedor de envío se abra para una inspección de rutina; y transbordo, es decir, envío de desechos plásticos en una ruta tortuosa utilizando una serie de puertos, cambio de nombre y de bandera, y, potencialmente, transportistas para enmascarar el lugar de origen, el transportista y el destinatario, o el destino final.

El viaje de un contenedor de residuos plásticos ilícitos no siempre es un viaje directo de A a B. Es común que los envíos transiten por otros puertos intermedios, a veces a través de dos o tres continentes, antes de llegar a su destino final. Cuando se da el caso de países que están repatriando los cargamentos (Indonesia, Malasia y Filipinas) eso en sí mismo no es del todo sencillo ya que, a menudo, puede ser difícil determinar el verdadero país de origen. Incluso cuando se confirma el origen, los envíos podrían desviarse a otra parte para su eliminación ilegal.

Exportación interna

El vertedero, en las afueras, ha sido durante mucho tiempo la solución más barata y la preferida. Pero el aumento exponencial de la basura ha superado su capacidad en la mayoría de países con lo que se ha pasado a exportar los residuos. La otra “solución” es la exportación interna dentro de las fronteras del país entre zonas urbanas superpobladas y zonas rurales, zonas ricas y zonas pobres.

Se iban acabando los espacios alejados donde instalar vertederos de basura a cielo abierto. Había que trazar un nuevo plan, en este caso a dos niveles. Por un lado, había que enterrar los residuos dejando de acumularlos a cielo abierto y, por otro, había que “reciclarlos”. De pronto aparecieron megacorporaciones (Big Trash) como Waste Management Inc. , capaces de concentrar la basura de varias ciudades encapsulándola en gigantescos contenedores de plástico, denominados “células”, especie de megafiambreras o tuppers de gran tamaño, algunas inmensas, con una gran “tapadera” de 44 hectáreas de superficie y una cabida de 30 metros de profundidad. “Células” con un desagüe en la base para evitar la contaminación de las aguas subterráneas , y una chimenea en la tapa para capturar y reciclar los gases tóxicos. En las “células” la basura acumulada va siendo comprimida y compactada por enormes bulldozers (land fill compactors) de más de 50 toneladas. Una vez ha quedado llena, lo que puede llevar años, se "tapa". El proceso de tapado implica cubrir la basura con varias capas de tierra, que luego se comprime con apisonadoras. Después de eso, se colocan capas de tela arcillosa, malla sintética y láminas de plástico en la parte superior de la celda y se unen con el revestimiento lateral e inferior (que está hecho del mismo material). Por arte de la magia de las nuevas tecnologías, la basura ha quedado así enterrada, aprovechando, por ejemplo, el hueco dejado por un gran complejo de antiguas minas a cielo abierto. De desagradables vertederos a cielo abierto a cementerios de basura bajo metros de tierra. Los gases emitidos por las “células” se convertían en “gas ecológico renovable” reutilizable como fuente de energía “verde”. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Así pues, los residuos dejaron de ser basura para convertirse presuntamente en un recurso adicional (gases) reincorporable a la cadena de producción.

Pagar para no verla

"Odio los anuncios", dijo Eric Veach, el ingeniero de Google que creó el sistema publicitario más exitoso de la historia. […] Page y Brin tenían una visión idealista de que Google publicaría anuncios sólo si los usuarios los consideraran una característica útil.” A pesar de los esfuerzos para ocultarla el fluido de la basura constituye la sangre del sistema y rezuma por todos los poros de la sociedad industrial.

Pagar para no verla. Las zonas pudientes de las ciudades se caracterizan, sobre todo, por la invisibilidad de la basura. En los impolutos parques y arboladas calles de las zonas altas no se ve. En las calles y descampados de las periferias pobres la basura es omnipresente. Los vertederos e incineradoras se instalan junto a estas barriadas. Pagar para no verla. Toda la industria de las comunicaciones basa sus ingresos y beneficios en este principio. El funcionamiento es similar al de las compañías que comercializan antivirus. Llenan las redes de virus par que la gente pague por sus “antivirus”.

Las cadenas de televisión de pago emiten libres de basura publicitaria. YouTube, que se llenaba y sigue llenándose de contenido de forma básicamente altruista y gratuita (como la Wikipedia) ha ido añadiendo crecientes cuñas de basura publicitaria a los contenidos que se ha apropiado para obligar a la gente a suscribirse. El acoso es semejante al de la fragata contra la gaviota en pleno vuelo hasta conseguir que vomite su presa. Si no es suficiente con embarrar los contenidos (anuncios de remedios contra las garrapatas en medio de la 5a sinfonía de Sibelius) cada pocos minutos, recurren a aumentar el volumen del anuncio para que la experiencia, sin YouTube Premium, resulte todavía más horrorosa e insoportable. La insostenible justificación de Google es la remuneración de los “creadores de contenido” cuando la mayor parte del contenido que maneja YouTube es contenido generado por el usuario (UGC) sin esperar remuneración alguna y todo este contenido, generado sin fines de lucro, es sometido a descargas continuas de basura.

Meta, la corporación de Zuckerberg, ofrecerá en Europa suscripciones para usar Instagram y Facebook “sin ver anuncios”. X (antes Twitter) ya lanzó una opción sin publicidad. TikTok, anunció que estaba probando una suscripción sin publicidad. Snapchat no tardó en afirmar que hacía lo mismo.

En su sentido más básico, un Wiki es colaboración, un sitio Web construido a través de las contribuciones de muchas personas sin fines de lucro. Son en muchos sentidos la manifestación más democrática de lo que puede ofrecer la red. Aquí la basura publicitaria no puede penetrar. Es posible que las personas que generan voluntariamente contenido (como lo hacen la mayoría de los generadores de contenido de YouTube) nunca se conozcan, vivan en el mismo país o incluso se comuniquen, pero el principio detrás de los wikis es simple: toda la experiencia, el conocimiento y la creatividad del mundo pueden aprovecharse a través de la colaboración sin fines de lucro. El ejemplo más instructivo y conocido de wiki es Wikipedia, la enciclopedia gratuita en línea y editable públicamente. Lanzado en 2001, rápidamente se ha convertido en uno de los sitios de referencia más destacados e incluso confiables de la Web. En diciembre de 2007, contaba con más de 2 millones de artículos en 253 idiomas, en 2024, sólo la Wikipedia en inglés contaba con casi 7 millones de artículos. En 2024 contaba con 63 millones de artículos en 334 idiomas, lo que la convierte en la enciclopedia más grande de la historia.

La radio con publicidad ha ido dejando paso a la música en streaming y a los podcasts en plataformas como Spotify, donde se paga para escuchar sin anuncios. Mientras que la televisión está repleta de basura publicitaria, tres cuartas partes de los clientes estadounidenses de streaming pagan para no verla.

Ethanicus: “Mucha gente dice que estaría bien con anuncios de cierta duración, número, etc. Pero, sinceramente, odio la publicidad en sí. Los anuncios son intrínsecamente malvados, están diseñados para hacerte sentir insatisfecho con lo que tienes e inseguro de ti mismo, mentir sobre lo que hace el producto, molestarte con jingles (cascabeles, canciones publicitarias, melodías, platínelas, tintineos), imágenes llamativas y voces fuertes, compelerte para que hagas clic. Son contenidos diseñados para evocar emociones negativas y quedarse atrapados en tu cabeza para poder venderte algo. Eso es malo y no los miraré.” Desde 2021, Apple permite a sus clientes optar por no ser rastreados por las aplicaciones, Snapchat lanzó el año pasado una suscripción que ofrece funciones adicionales. Apple y Netflix son algunas de las empresas que han lanzado suscripciones a juegos sin anuncios. Basura “verde”, a menudo “explosiva”

“Lo intrigante del neodimio y el cerio es que, si bien se les llama minerales de tierras raras, en realidad son bastante comunes. El neodimio no es más raro que el cobre o el níquel y está distribuido de manera bastante uniforme por toda la corteza terrestre. Si bien China produce el 90% del neodimio del mercado global, sólo el 30% de los depósitos del mundo se encuentran allí. Podría decirse que lo que hace que él y el cerio sean lo suficientemente escasos como para ser rentables es el proceso enormemente peligroso y tóxico necesario para extraerlos del mineral y refinarlos para convertirlos en productos utilizables. Por ejemplo, el cerio se extrae triturando mezclas de minerales y disolviéndolas en ácido sulfúrico y nítrico, y esto debe hacerse a gran escala industrial, lo que da como resultado una gran cantidad de residuos venenosos como subproducto. Se podría argumentar que el dominio de China en el mercado de tierras raras tiene menos que ver con la geología y mucho más con la voluntad del país de recibir un impacto ambiental que otras naciones evitan.

Para la tan cacareada nueva movilidad eléctrica, así como para la nueva forma de vida permanentemente “conectada” hacen falta una verdadera plaga de nuevas generaciones cada vez más sofisticadas de aparatos y sensores, cada uno de ellos alimentado por una pila o batería recargable a juego. Toda esta parafernalia que nos rodea decae casi tan deprisa como lo hacen las células muertas de la piel. La mayor parte del daño ambiental relacionado con estas nuevas tecnologías afecta a los países del Sur, donde los metales necesarios se extraen en condiciones ambientales y sociales desastrosas y donde, normalmente, acaban acumulándose los desechos.

Las tierras raras son partes clave de la fabricación de la moderna economía. A pesar de ser considerados “raros”, son más abundantes de lo que se cree. El tulio, el más raro, es 125 veces más frecuente que el oro. Mientras que el cerio, el más prolífico, es tan abundante como el cobre. Sin embargo, estos metales son “raros” porque no se pueden encontrar en altas concentraciones en la corteza terrestre. Además, sus propiedades geoquímicas dificultan su separación y obtención de metal puro. Hacen falta grandes cantidades de ácidos y otros diluyentes tóxicos para decantarlos de la tierra que los envuelve. Como resultado, su producción cuesta más.

Las minas de tierras raras a cielo abierto de China han creado enormes valles artificiales al arrancar la capa superior del suelo y bombear miles de galones de ácidos a los lechos de los ríos. Los costos ambientales son palpables en Baotou, una ciudad minera y siderúrgica cubierta de contaminación el aire tiene habitualmente un sabor acre y ligeramente metálico. La mitad del suministro mundial de tierras raras proviene de una única mina de mineral de hierro en las colinas al norte de Baotou.

Baotou es la ciudad de mayor tamaño de toda la región autónoma de Mongolia Interior, en la República Popular China. Un informe de 2015 describe a Baotou como "el peor lugar en la tierra", a causa de la contaminación severa por la refinación de metales. Generalmente se cree que su nombre deriva de "bûût" que en mongol significa "lugar con ciervos” o “ciudad de ciervos”. Se pueden ver imágenes de ciervos en las pinturas rupestres de la zona. A unos minutos de la ciudad se encuentra un “lago” negro que no figura en las guías. El gran lago muerto contiene más de 200 millones de toneladas de residuos extremadamente tóxicos, y se sigue continuamente alimentando con los fluidos que vierten día y noche docenas de tuberías provenientes de las cercanas plantas de refino de tierras raras provenientes de las minas a cielo abierto de Bayan Obo, un poco al norte de la ciudad.

China actualmente controla la mayor parte del suministro de tierras raras del mundo no sólo por su buena suerte geológica, aunque hay algo de eso, sino porque el país ha estado dispuesto a encargarse del trabajo tóxico y a menudo radiactivo que los países ricos intentan alejar de sus fronteras. A pesar de producir el 95 por ciento de las tierras raras del mundo, China tiene sólo el 37 por ciento de las reservas probadas del mundo. Se sabe que existen depósitos importantes en Estados Unidos, Canadá, Australia, India y Brasil, entre otros lugares.

Las pilas (acumuladores no recargables) alimentan cigarrillos electrónicos desechables, tarjetas musicales de cumpleaños, juguetes, chucherías del mercado navideño, etc., etc. Las propias baterías (acumuladores recargables) hacen funcionar los teléfonos portátiles, ordenadores, tablets, GPS, relojes conectados, herramientas eléctricas portátiles, drones, patinetes, scooters, bicicletas, motos, coches, etc., etc.

Las pilas y baterías son contenedores de energía destinados a convertirse en basura muy rápidamente, pero cuando lo hacen, como contienen disolventes muy inflamables y metales (litio, cobalto), una simple percusión o un fallo interno pueden provocar un descontrol térmico con combustiónes larguísimas, a menudo acompañadas de explosiones.

Según un informe de China Energy Storage Alliance (CNESA), los riesgos asociados con el reciclaje de baterías de litio se han convertido en un problema crítico, especialmente en instalaciones no reguladas. En 2022, se reportaron al menos 10 incidentes graves relacionados con incendios en centros de reciclaje, aunque se cree que la cifra real es mucho mayor debido a la subnotificación. China es el mayor mercado de vehículos eléctricos del mundo, con más de 3 millones de baterías de litio desechadas anualmente. Se estima que solo el 20-30% de estas baterías se reciclan en instalaciones autorizadas, mientras que el resto termina en centros informales, donde el riesgo de incidentes es mucho mayor.

Basura Fast fashion

“El desperdicio es parte del modelo de negocio de la moda. Muchas marcas producen un exceso de hasta un 40 por ciento".

En Europa, el Reino Unido, Australia y Estados Unidos piensan que, en África, lamento decirlo, no somos seres humanos dignos. Incluso si alguien tocara a tu puerta para mendigar, no puedes simplemente recoger algo de tu cubo de basura y dárselo. En este caso nos están haciendo esto”.

Con las fábricas incentivadas a mantener operaciones las 24 horas del día, las principales casas de moda del mundo incluyen en sus presupuestos enormes márgenes de desperdicio. Fabrican directamente basura invendible. En 2018, Burberry reveló que había destruido 50 millones de dólares en ropa no vendida. El mismo año, H&M informó de un inventario global sin vender valorado en más de 5 mil millones de dólares.

Cada año se envían alrededor del planeta hasta 4 millones de toneladas de basura Fast fashion. Mucha de la ropa que se dona a organizaciones benéficas acaba en los vertederos, creando una catástrofe medioambiental al otro lado del mundo. Se estima que el 85 por ciento de todos los textiles producidos cada año acaban en el vertedero durante el mismo año.

Un destino predilecto es Ghana donde centenares de miles de toneladas son desembarcadas cada año (60 contenedores llenos cada semana) teóricamente para su reventa y reutilización. A orillas de la laguna Korle, en Accra, la capital de Ghana, se alza un acantilado a la orilla del agua y en su cima pasta el ganado. Este acantilado irregular, de unos 20 metros de altura, no está formado de tierra ni de piedra; se trata de un vertedero gigantesco junto a barriadas pobres donde se concentran más de 100 000 personas. La mayor parte (se estima que el 60 por ciento) es basura Fast fashion. Unos 15 millones de prendas usadas llegan a Accra cada semana desde el Reino Unido, Europa, América del Norte y Australia, inundando el mercado de ropa de la ciudad. Más del 40 por ciento se consideran inútiles al llegar y terminan directamente en un vertedero.

La ropa llega dentro de fardos envueltos en plástico de color naranja brillante. Algunas prendas cruzarán Ghana, otras llegarán hasta Burkina Faso o Costa de Marfil, pero la mayoría se queda en el mercado Kantamanto de Accra, un bullicioso laberinto de 5000 minoristas y sus puestos de madera. Los empresarios se apoderan de piezas de alta gama con defectos menores que pueden repararse, teñirse y volver a ponerse a la venta por un precio superior. Pero todo es tan barato que los fabricantes textiles locales no pueden competir. El desierto de Atacama alberga uno de los vertederos de ropa desechada que más crece en el mundo, y, aunque los chilenos pobres, que son cada vez más, reutilizan algunas prendas, la mayor parte avalancha de basura que arriba a los puertos de Chile acaba en el vertedero de Atacama. El vertedero chileno es uno más. La mayoría de esas instalaciones se encuentran en el sur de Asia o en África. Un vertedero a las afueras de Accra, la capital de Ghana, con un 60% de ropa y una altura de 15 a 20 metros, ha adquirido notoriedad internacional. La fast fashion genera tantos residuos que las Naciones Unidas lo califican de "emergencia medioambiental y social". Entre 2000 y 2014, la producción de ropa se duplicó y los consumidores empezaron a comprar un 60% más de prendas y a usarlas la mitad de tiempo que antes. En el plazo de un año desde su producción tres quintas partes de toda la ropa acaba en vertederos o incineradoras situados en los países periféricos, vertederos resultado de la “exportación en base a supuestos programas de recuperación” de este tipo de basura tóxica.

Abusando del rimbombante término “Circularidad” (además del de “sostenibilidad” las marcas de moda globales intentan limpiar su imagen. De esta forma la basura fast fation “circula” por las principales rutas de comercio marítimo del mundo. La supuesta “circularidad” recurre a ciertas dosis de “reciclaje” no de textiles sino al uso de plástico reciclado procedente de desechos plásticos de otras industrias (como botellas usadas de plástico). la realidad es que la circularidad es prácticamente inexistente en la industria de la moda; Menos del 1% de la ropa se recicla para convertirla en ropa nueva, mientras que el volumen de producción está creciendo un 3% anualmente.